jueves, 1 de mayo de 2008




"Un JUDIO polaco"
El dolor y la belleza

Obra dirigida por Alejandro Mateo






Son muchas, en realidad son muchas,
las sensaciones que se experimentan al finalizar la obra un JUDIO polaco
dirigida por Alejandro Mateo.
Lo admirable de esta pieza
-que apela a la sencillez para lograr una profunda conmoción-
es que a partir de una historia de vida,
instala una infinita variedad de posturas del hombre frente al horror
del sinsentido de la raza humana.
La obra sacude, y es por que esta hablando de nosotros:
que reímos de “chistes” que llega a más allá de la discriminación,
que nos instalamos a ver a los que lucran con el morbo,
y que hacemos poco ejercicio de la memoria.
La pieza desafía al espectador,
ya que se le hace recordar a menudo que lo que están viendo es ficción,
y como todo acto magistral el espectador se sustrae de esa advertencia
y se deja llevar por la fascinación y la emoción.
Es de notar que estas sensaciones el director Mateo
las logra con tres actores, una aparato de televisión,
y un uso del espacio estupendamente formulado
(la tragedia se profundiza cuando mas se devela por donde transitan los actores)
Las actuaciones conmueven:
Nicolás Mateo transmite la complejidad de transmitir todo su amor;
el comprender el pasado para comprenderse en el presente;
y la rebeldía frente a lo vacuo.
La excelente labor de Héctor Segura demuestra que no hacen falta trajes y maquillajes
para realizar varios personajes tan disímiles
, un gesto, un cambio de tono le bastan para pasar, entre muchas sensaciones,
desde la frivolidad hasta lo abyecto.
Walter Rosenzwit construye con delicadeza,
desde los pequeños detalles de la cotidianeidad,
a un ser profundamente tierno y conmovedor.
El diseño de luces de Cristina Lahet pasa de climas intimistas a expositivos.
Amigo lector, debo aclarar que lo escrito más arriba fue un precario intento
de traspasar en palabras lo que brinda esta sencilla,
lúcida, dolorosa y exquisita obra.

Gabriel Peralta