LA SHOA CONTADA DE OTRA (INTELIGENTE) MANERA
TEATRO
Por RICARDO FEIERSTEIN
“unJudíopolaco”, de Alejandro Mateo, en el Espacio TBK
FICHA TÉCNICA
AUTOR: Alejandro Mateo. DISEÑO SONORO: Joaquín Apesteguía. ASESORAMIENTO HISTORICO LITERARIO: Claudio Frydman. DIRECCIÓN, ESCENOGRAFIA Y VESTUARIO: Alejandro Mateo. INTERPRETES: Nicolás Mateo, Walter Rosenzwit y Héctor Segura. DISEÑO DE LUCES: Cristina Lahet.
A medida que pasan los años (y las generaciones), el proceso de transmisión del genocidio nazi sobre los judíos durante la Segunda Guerra Mundial se vuelve materia cada vez más compleja. Desaparecen los sobrevivientes y testigos presenciales de esa masacre culminada hace 62 años, las referencias al horror tienden a convertirse en frías cifras de los manuales de historia o, peor aún, en frivolizadas visiones de entretenimiento o morbosidad, desgranando la posibilidad de comprender los orígenes, el alcance y el sentido de la Shoá sobre la condición judía actual.
Desde esta perspectiva, es auspiciosa la presentación- en un teatro alternativo- de la obra “Un judío polaco”, de Alejandro Mateo, que desde la ambigüedad de su título (el programa resalta el “judío” sobre las otras dos palabras) indica una de las variables para su representación en la Argentina: el nombre “Judío” para una obra teatral ya fue utilizado- y está registrado como tal en Argentores- por el teatrista Ivo Pelay, en un sainete que no escapa a las connotaciones antisemitas.
Con un amigo- Claudio Frydman- casualmente conocido en un viaje en tren en el conurbano bonaerense, luego en el diálogo con su padre Berek (sobreviviente del gueto de Lodz, Mauthausen, Auschwitz y Gusendos) y a partir de un video con el testimonio de este judío polaco nacido en 1925, el autor Alejandro Mateo imagina una forma de contar con lenguaje teatral una historia que, precisamente, pueda eslabonar el aquel horror con un presente de vaciedad televisiva y chistes antisemitas, que se repiten como eterna cantinela de tono discriminador.
Un televisor, que hace escuchar las palabras del Berek original o, en silencio, permanece detenido en la imagen de su rostro, sirve de contraste permanentey testimonial con los antagonistas dramáticos de la ficción- el gritón e imbécil presentador televisivo, el hijo que trata de entender y transmitir lo aprendido- para ir elaborando un rompecabezas que, después de apenas una hora y cuarto, cierra con un chasquido una experiencia estremecedora, en el transcurso de la cual- hacia el epílogo- a ningún espectador ya le causa gracia alguna las bromas que sigue desgranando algún cómico de frecuente presencia en las pantallas catódicas.
Con desbordada imaginación que suple las limitaciones del lugar- incluso las potencia, mostrando varios ambientes de una casa particular para extender ese “espacio” mágicamente creado y hacerlo verosímil; con exacta dosis de sabiduría técnica (objetos, escenografía, vestuario, luces, música, videos) que ayuda al avance de la trama sin pretender primeros planos; con excelente actuación del trío masculino y buena dosificación del ritmo teatral- incluyendo una teoría del ajedrez-, la puesta en escena de este “Judío”, de Alejandro Mateo, revive el espanto y conmueve sin nublar el entendimiento, algo difícil de lograr con esta temática. Y, además, hace pensar. Muy recomendable.
domingo, 13 de abril de 2008
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